Mi mundo no tiene centro, no gira. Sólo a veces intenta rodar, pero no ha tenido tiempo de dar las vueltas suficientes. No puedo decirle que todo saldrá bien porque ni yo misma me lo creo. No puedo pedirle que confíe en mí porque ni yo misma lo hago. Tal vez nunca estuve a la altura de lo que se dijo de mí. Tal vez no haya sabido desenvolverme en ninguno de los lados que franquean la frontera, ni haya sido capaz de defender la lucha en tantos frentes a la vez.
Ahora mismo rezar no es más que saltar por la ventana y pedirle a Dios que el impacto no sea demasiado fuerte, así que prefiero aprender a silbar por si se pierde, mantenerme despierta por si me busca.
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