Es cierto que, a esta altura, estoy un poco aburrida de las citas a oscuras, de los encuentros en amuebladas. Hay siempre una atmósfera enrarecida y una sensación de inmediatez, de cosa urgente, que pervierte cualquier clase de diálogo que yo sostenga con cualquier clase de hombre. Hasta el momento de acostarme con él, sea quien sea, lo importante es acostarme con él; después de 'hecho el amor', lo importante es irnos, volver cada uno a su cama particular, ignorarnos para siempre. En tantos años de este juego, casi no recuerdo ni una sola conversación reconfortante, ni una sola frase conmovedora (mía o ajena), de esas que están destinadas a reaparecer después, quien sabe en qué instante confuso, para terminar con alguna vacilación, para decidirnos a tomar una actitud que requiera una dosis mínima de coraje.
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